martes, 22 de julio de 2008

Traición o grandeza

Parece que el conflicto que tenía dividido al país a la mitad, al fin encontró la solución en las palabras del Vicepresidente de la República y Presidente del Senado, Julio Cesar Cleto Cobos. “Que la historia me juzgue”, fueron unas de sus últimas palabras antes de anunciar su voto negativo hacia la Ley 125, rompiendo con la ansiedad de millones de personas que seguían en vivo el hecho político casi como un partido de la Selección. Que pareciese ser el único despertador de argentinidad y de unión nacional que nos queda actualmente.
Pero para no irme del tema, volviendo a las palabras de Julio Cobos. Antes que la historia, fue juzgado por todas aquellas personas que participaron en la sesión, y por las que la siguieron en sus casas. De manera que el conflicto que padecimos todos durante 125 días, y que tenía como principal cuestión, las discrepancias que surgían por la aprobación o no, de las retenciones móviles al 40%. Se desplazó a un campo menos importante, al de juzgar el desempeño de Julio Cobos en la votación de la 125, como un hecho de traición por un lado, o un hecho de grandeza por el otro. Esta situación ya se vivió una semana antes de la votación en el Senado, pero en la Cámara de Diputados. Felipe Sola, ex Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, votó en contra del proyecto de retenciones móviles, e hizo estallar la reacción del diputado Carlos Kunkel, quien de forma muy poco diplomática lo acusó de traidor y de algo más.
¿Qué es ser traidor?, ¿votar bajo su propia forma de ver las cosas, sobre una ley que evidentemente excede la cuestión de lealtad partidaria, y afecta la vida de todos los argentinos? Guiarse según sus convicciones es decididamente un voto a la democracia. Traición hubiese sido votar según las propias conveniencias políticas, partidarias y de poder, lo que no hicieron ni Felipe Solá ni Julio Cobos. Pero traición al puebo, no a un partido o plataforma política, que tiene intereses absolutamente variables y cambiantes.
Haciendo un poco de historia, luego de la presidencia de Fernando de la Rua, el candidato por la Alianza, un ortodoxo miembro del Partido Radical que ocupó el sillón de Rivadavia en una corta y no muy feliz presidencia; la seguidilla de presidentes que tuvo primero a Ramón Puertas, luego a Adolfo Rodríguez Saá, a quien lo reemplazó de forma interina Eduardo Caamaño y finalmente a este, Eduardo Duhalde. El úlitimo, en un contexto de violencia y movilización social, obligó al Partido Justicialista a presentarse a las elecciones presidenciales de Octubre del 2003 fragmentado en tres fórmulas diferentes, que a pesar de tener el mismo origen partidario no dejaban de tener una ferviente rivalidad entre si. Por un lado, El Movimiento Nacional y popular, encabezado por Adolfo Rodriguez Saá; por otra parte, el Frente por la Lealtad, de Carlos Menem, quien le diría que no a las urnas, luego de llegar a segunda vuelta, (conciente de sus altamente improbables posibilidades de victoria) contra el tercer partido, el Frente para la Victoria, auspiciado por Eduardo Duhalde. El cual ganaría las elecciones con Nestor Kirchner a la cabeza.
Una división similar sufrió la UCR, la cual tuvo como fuerzas principales a Elisa Carrió que conformó el ARI (Argentina por una República de Iguales), y Ricardo Lopez Murphy que creó RECREAR, un partido de nueva derecha, que finalizó las elecciones con un buen posicionamiento electoral. Sin duda, una época que terminó de confirmar la desarticulación de los partidos políticos tradicionales, lo cual venía gestándose paulatinamente desde 1983. A partir el 2001, las decisiones gubernamentales y de congreso, iban a ser tomadas desde diferentes posturas, en diferentes partidos políticos, pero dentro de una misma escencia que perduraba siendo oficialista, o radicalista.
En el Congreso, el día que se debatió la Ley 125 en el Senado, el Senador Miguel Ángel Picheto, principal acusador contra Julio Cobos de traicionar su plataforma electoral, fue uno de los políticos más menemistas de la década del 90. Por lo tanto, teniendo en cuenta el concepto de traición empleado hacia el Vicepresidente, se puede aplicar de la misma manera al Senador Picheto, que votó en contra de la plataforma electoral a la que perteneció tanto tiempo, ya que el mismo Carlos Saúl Menem se declaró en contra de la Ley 125.
Es aún más contradictorio, y hasta podría decir absurdo escuchar a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, hace algunos años cuando era Senadora de Frente Para la Victoria, afirmar en un tono muy moralista e idealista, que “cuando uno hace política lo que prevalece antes de los intereses políticos es la coherencia y las convicciones”. Tal como dejó en claro el Presidente en la Cámara de Senadores.
Más allá de las contradicciones que puedan surgir ante la disconformidad oficialista por la medida que tomó el compañero de fórmula de la Presidenta de los argentinos. La forma en que terminó este conflicto puede ser muy positiva, si el Gobierno concientiza lo que realmente implicaba esta ley. Ya desde la mala repercusión que generó en gran parte de la sociedad, y más aún desde la ajustada victoria en la cámara de diputados, estaba a la vista que las retenciones a ese porcentaje arancelario, y encima móviles, no garantizaban ninguna futura igualdad en la renta (en el caso que el fin de la ley, hubiese sido realmente el que planteó el gobierno. Y no pagar parte de la deuda externa, por ejemplo). Por el contrario, generó confrontación y garantizaba menos poder adquisitivo en un sector muy hetereogéneo que es el campo. Definitivamente, no iba a concebir una mejor redistribución de la renta en los pequeños productores (por ejemplo, del olvidado norte argentino), cuando se planteaba quitarle a esa “oligarquía”, ingresos de su única producción para un arancel, que superaba o igualaba las ganancias de su cosecha.
Por otro lado, este hecho histórico, que tuvo lugar en el Congreso de la Nación, puede servir para ponerle fin a la verborragia e ignorancia con la que identificó el gobierno al sector rural. Tratándolo de “oligarca”, “cipayo”, “piqueteros de la abundancia”, “grupo de tareas” y “golpistas”, entre otras connotaciones que generan confusión y conflicto en la sociedad.
Este hecho histórico puede hacer que la Presidenta retome el rumbo del País favorablemente para todos, y se desligue de personas que no lo hacen bien a su gestión. Este hecho histórico es el antecedente más cercano de la racionalidad y la reivindicación de la democracia, que es sin duda el camino a seguir hacia un país más igual y más federal.
Por Bruno M. Bordonaba

sábado, 19 de julio de 2008

Cuando las convicciones valen más que los intereses políticos

‘Es el momento más difícil de mi vida […] No puedo apoyar […] Que la Presidenta nos perdone, me perdone […] Mi voto no es positivo’

Fue, finalmente, el vicepresidente Julio Cobos quién destrabó el conflicto político-social que tuvo como protagonistas, por un lado, al sector agropecuario, y por el otro al Gobierno de Cristina Fernández.
Con esas palabras, pasadas las cuatro de la madrugada y en un lapso de 35 minutos, el titular de la Cámara alta, con la mirada de toda la Nación puesta en él y ante la sorpresa de más de uno, se inclinaba por rechazar el proyecto enviado por el Ejecutivo.¿Qué llevó al vicepresidente Cobos a votar, como lo diría minutos antes el senador Pichetto, ‘en contra de este Gobierno’? A Cobos lo guió la razón, sus ideas y sus convicciones. En ese momento no era otro, si no él, quién debía dejar en claro cómo se debe votar en los recintos y en la vida misma. Con nuestras propias convicciones. No debiera influir por sobre nosotros nada ni nadie.Esto último no es el caso del catamarqueño Ramón Saadi, un kirchnerista que luego de años de conflicto se acercó al proyecto oficialista en su provincia y que hasta ayer pedía ‘una ley consensuada’. El senador desapareció seis horas del recinto, mientras su hermana Alicia negociaba con éxito en la Casa Rosada. Qué lo hizo cambiar de opinión respecto al proyecto oficial: de esas negociaciones logró un lugar en el directorio del Banco Nación, la intervención del PJ catamarqueño y la reelección de su esposa como diputada provincial. Además, el acuerdo incluye apoyo político y financiero para su vuelta como gobernador.Ramón Saadi. De enemigo a aliado clave. No nos interesa. No nos sirve. No le sirve a la Nación. Su imagen es lastimosa y causa rechazo. No queremos más en el Congreso ni en altos cargos a entes como Ramón Saadi.De igual manera, se reavivó el debate parlamentario, que es más que significativo. A lo largo de las maratónicas 18 horas, se pudieron destacar dos senadoras casi desconocidas que se atrevieron a desafiar a los Kirchner al votar por el ‘No’. Ellas son Elena Corregido del Chaco, y Teresita Quintela de La Rioja (enfrentada con el matrimonio K desde las últimas elecciones).Por lo demás, se pudieron observar muy buenas argumentaciones de la histórica senadora Hilda ‘Chiche’ Duhalde (PJ disidente), María Eugenia Estenssoro (Coalición Cívica), los senadores Sanz y Morales por la Unión Cívica Radical, entre el arco de la oposición.El senador Pichetto se encargó de dejar bien en claro a los senadores ‘oficialistas’ a lo que se enfrentaban si rechazaban la propuesta K. Fustigó al resto del cuerpo al plantear que no se debía votar ‘cada uno como se le de la gana’, sino que había que votar lo que el Gobierno presentó en el recinto. Es decir, a ciegas. Habló también, en un claro mensaje para Cobos, de la traición que significaría votar en contra de este Gobierno que ‘nos permitió llegar a donde estamos hoy’. Desesperación, nerviosismo, incoherencia. Pichetto no pudo ni puede perdonar al matrimonio K por haber puesto a Cobos en la vicepresidencia. Ayer quedó bien en claro, sin embargo, su compromiso con el pueblo (sic).Seguir la transmisión durante diez horas me hizo recordar que vale la pena pelear por lo que uno cree y siente. Pensamientos que uno a veces olvida, al ver a gente como Saadi o Pichetto. Lo de ayer fue una lección. Y definitivamente será un hito, como planteó el vicepresidente, junto con tantos otros acontecimientos, tanto dentro como fuera del Congreso a lo largo de la historia.Lo de ayer fue un acto de humanidad, de poderosa fe en las instituciones y de un sentido de pertenencia enorme para con el país.‘Que la historia me juzgue. Espero no equivocarme’ Si se actúa respondiendo a nuestra mente y a nuestro corazón, lejos de toda influencia ajena e incluso lejos de todo fanatismo, nos tenemos que quedar tranquilos. El pueblo juzgará, pero solo en nuestro interior estará la verdad. Y de esa verdad se desprenderá una paz y una serenidad tal vez inexplicable. Pero que son indicadores de que se hizo lo correcto, por lo menos con nuestras propias convicciones.Lo de ayer no fue sólo una sesión más. Vimos a Julio Cobos al borde del quiebre emocional. Esto dice mucho de un hombre que es inteligente y racional. Esperemos que el acto de ayer se traduzca, como dijo por la mañana el vicepresidente, como una ‘maduración de la democracia’. No lo dudo.
Por Juan I. Agarzúa
juanagarzua@hotmail.com

sábado, 12 de julio de 2008

¿Clarín miente y quiere inflación?

Es habitual encontrar en la vía pública, a raíz del conflicto entre el gobierno y el campo, y sobre todo desde que Luis D’elía manifestó públicamente que el rol del canal de noticias TN (perteneciente al Grupo Clarín), es “una pistola en la cabeza a la democracia” y luego de acusarlos de haberse favorecido, al igual que otros Holdings del medio de la comunicación, con la pesificación; carteles y graffitis, en la calle, en ámbitos laborales, universitarios, o instituciones muy influenciadas por corrientes políticas con títulos amenazantes al grupo en cuestión tales como: “Clarín miente” o “Clarín quiere inflación”.
Esta batalla contra los imperios, grupos económicos, Holdings, tan frecuentes desde la década del ‘90, que el colaborador del “Frente para la Victoria”, Luis D’elía, se encargó de iniciarla de forma mediática, y los acusó de monopolizar la verdad, mientras otros movimientos, partidos o agrupaciones de las mismas, o muy similares inclinaciones políticas (como la JP, o algunas movilizaciones de índole socialista independientes, quienes fueron los principales divulgadores de estos carteles) catalogaron a estos actores económicos de mentirosos y hasta de desear inflación.
Sin duda que los grupos económicos no son para nada favorables en el bienestar social, es decir, un conjunto de empresas, de no tan relativas similitudes, que se asocian para brindar un servicio de comunicación, no comunican mejor, para brindar salud, no sanan mejor, para brindar educación no educan mejor. La competencia monopólica, oligopólica, según el caso, implanta sus propias reglas de juego a la cual estamos todos obligados a jugar.
A pesar de todo, este conflicto mediático, tan contradictorio, y sobre todo tan paradójico, viniendo desde sectores justicialistas, esconde una inteligente estrategia política, por parte del Gobierno actual, buscando un mayor apoyo popular en continuo desmedro.
Teniendo en cuenta el primer cartel; desde que se catalogó a Clarín de mentiroso, se transformó en el principal diario opositor al Gobierno de Cristina Fernández, cuando en realidad, paralelamente, diarios como La Nación, o Crítica de Jorge Lanata, son considerablemente más críticos y hasta se podría decir más opuestos a las políticas gubernamentales, el primero principalmente por su postura histórica, a favor del campo, y todo lo que esto significa (lo que llevo a que el titulo del “periódico de la oligarquía”, se fuera disolviendo a medida que Clarín tomaba protagonismo en las filas de la oposición para la sociedad argentina), y el segundo más que nada por las durísimas acusaciones de corrupción al gobierno, como por ejemplo el caso de la valija en el baño de la Ex-Ministro de Economía Felicia Michelli, o las críticas a Guillermo Moreno y a las autoridades del INDEC en general.
Además, y de forma sumamente paradójica y contradictoria, el único diario que se titula oficialista del país, Página 12, pertenece al Grupo Clarín, (Jorge Lanata, ex Director de Página/12, hace pocos años confirmó la venta del diario que fundó) lo cual enturbia más aún la postura que considera que este Holding monopoliza la verdad, y no deja claro si el grupo económico es de la oposición o es oficialista.
Por otra parte, la segunda frase que empapela las calles porteñas: “Clarín quiere inflación”, es aún más controversial que la primera y hasta inentendible. ¿Cómo se lo puede acusar de esto, cuando la institución encargada de protegernos de la verdad, y por consiguiente, publicar la inflación real que sufre nuestro país miente pública y descaradamente? O a caso ¿la inflación es del 0,5% como asegura el INDEC, y quien realmente miente es Clarín exagerando la cifra al 15%?
Sin lugar a dudas, este conflicto, muy bien pensado y especulado, tiene como fin darle más popularidad a Clarín, sobre todo por parte de la oposición, y que la sociedad evada artículos de otros diarios mucho más críticos y más duros contra el Gobierno. Y mientras algunos adolescentes se creen la farsa de este problema, y pegan carteles como los mencionados anteriormente, ambas partes del conflicto se ven beneficiadas.


Por Bruno M. Bordonaba

jueves, 10 de julio de 2008

Estuvieron todos, incluso el diputado Banelco

Un mes de conflicto era un chiste. Tres meses, se convirtieron en una preocupación. Tuvieron que pasar tres meses para que los argentinos podamos ver lo que se tendría que haber hecho el 11 de marzo pasado. La mal llamada ‘Ley de Retenciones’ llegó al recinto de la Cámara Baja del Congreso. El motivo del debate fue la ratificación de la resolución 125, disparador del conflicto, que ejecutó el ex ministro de economía Martín Lousteau. La iniciativa del proyecto de ley prevé la conformación del fondo de redistribución social y determina que el Ministerio de Planificación será el responsable de las futuras obras. En el primero de los ocho artículos, el proyecto contempla precisamente la ratificación de la resolución 125 anunciada el 11 de marzo y su modificatoria 141, con el cual se modificaron los precios topes y sus respectivas alícuotas, y las complementarias 284 y 285, destinadas a mejorar la situación de los pequeños productores. El segundo artículo determina que el tratamiento parlamentario será "sin perjuicio de la vigencia de las medidas dictadas y sin desmedro de las facultados ejercidas para ello", tal como estipula el Código Aduanero. Los artículos 3, 4 y 5 crean el Fondo de Redistribución Social que destina un 60 por ciento de lo recaudado vía retenciones a la soja para la construcción de hospitales públicos y centros de salud; un 20 por ciento a viviendas populares y otro 20 a la realización de caminos rurales. El artículo 6 delega el manejo de los fondos en el Ministerio de Planificación Federal. Los artículos 7° y 8° son de forma.
Con siete votos de diferencia y dos abstenciones (129 – 122), el oficialismo logró su tan ansiada aprobación en la Cámara de diputados. Ahora van por la Cámara Alta.
Hay que detenernos en un punto y es en la maratónica sesión llevada a cabo para lograr esta sanción. Desde hacía casi cinco años el Congreso era tan solo una escribanía, y ahora se aboga por la ‘democratización’ y el ‘aumento del respaldo institucional’ de la medida de la controversia. A lo que apunto es que estas sesiones y deliberaciones – propias del poder Legislativo y por ende de senadores y diputados – se tenían que llevar a cabo a lo sumo la semana del 11 de marzo. Por el contrario, se decidió aplicarla a través de un decreto con carácter de necesidad y urgencia.
Lo más curioso fue el drástico cambio de parecer de algunos legisladores del interior o de aquellos partidos con poca representación parlamentaria. La gran mayoría se encontraban en el status de ‘dudosos’. Pero incluso había otros que habían expresado abiertamente su rechazo al proyecto oficial. Todos ellos votaron a ciegas por la ratificación, y su voto estuvo, coincidentemente, relacionado con la noticia de respaldos económicos para sus ciudades o provincias de origen. Qué lamentable. No entiendo cómo pueden volver a sus ciudades y ver a los ojos a aquellos pocos que los votaron. En realidad sí lo entiendo, pero no lo quiero creer. Porque vamos a llegar al Bicentenario sin un compromiso pleno con la ciudadanía ni con la Nación. Y me incluyo porque, si bien no he votado aun, formo parte de esta sociedad argentina.
Si hay algo que destacar de esta situación, es el real debate desatado en las comisiones de Agricultura y Hacienda de la Cámara de Diputados. Se pudieron apreciar muy buenos argumentos de parte de todas las bancadas, inclusive de la tan golpeada y, por estos tiempos, desaparecida oposición.
Más allá de esto hay que considerar que después de tantos años el Congreso cobró vida, y, al mismo tiempo, aparecieron por los pasillos de las comisiones y los bloques viejos fantasmas de la década pasada, tanto legisladores – que uno pensaba o tenía la ilusión de que ya no ocupaban una banca - como el propio fantasma Banelco, por supuesto.
Por Juan I. Agarzúa

domingo, 6 de julio de 2008

Rivales Históricos

Sin duda que en un blog de estas características, el primer texto de opinión que debía aparecer, casi por lógica, es del tema que nos aqueja a todos los argentinos, y del cual nos realimentamos cada vez que encendemos la radio, la televisión, o compramos el diario.
El conflicto entre el gobierno y el campo ya lleva más de cien días, y se está tornando algo natural entre la cotidianeidad. Prendemos la televisión y está Alfredo de Angeli en la ruta, Luis D’elía en Plaza de Mayo; las cuatro entidades agrarias y sus respectivos dirigentes se hacen “cosa de todos los días” a la hora del almuerzo y la cena, al igual que ver algún dirigente K hablando de los “piquetes de la abundancia” o que el campo entorpece las políticas de una mejor, o más equitativa distribución del ingreso.
El conflicto campo versus gobierno, gobierno versus campo, está penetrando en los aspectos más capilares y en los ambientes más micro-sociológicos de la familia argentina, y estas diferencias, que generan posturas e inclinaciones ideológicas se manifiestan en los reiterados “cacerolazos”, o marchas en Plaza de Mayo, por parte de quienes no son parte directa del conflicto.
Una vez más, es evidente que en Argentina, como en la gran mayoría de los países latinoamericanos, se vive muy intensamente la política nacional. Y en ocasiones como estas, es cuando se hace “moneda corriente”, más allá de la gran deformación de los partidos políticos tradicionales, ideas muy partidarias que son la principal causa de que la historia se repite, y los intereses se transforman, pero la esencia es siempre la misma.
Hoy, el peronismo de Kirchner, se enfrenta a su hitórico rival identificado como la “oligarquía”, con el clásico modus operandi peronista ante el objetivo de una sociedad más parecida (económicamente hablando, en lo que respecta a este caso) con políticas económicas despóticas, de quitarle a un sector para darle a otro.
Los argentinos que no nos dejamos llevar por intereses sectoriales estamos a favor de una correcta política distributiva, queremos una sociedad más equitativa, que es por lo que los partidos políticos democráticos vienen luchando desde Hipólito Yrigoyen, algunos más, otros menos.
El peronismo, fue sin duda el que más profundizó en este tema, y sus logros se debieron en gran medida por la muy poderosa institución de tradición peronista, que perdió altamente peso y valor en la década de los '90, los sindicatos, que le permitieron implementar políticas, en materia económica como el IAPI, al cual el campo acusaba que “le metían la mano en el bolsillo”.
Hoy en día, El Campo está mejor posicionado a la hora del choque entre estos dos grandes enemigos históricos, a diferencia de décadas atrás y se debe a la carencia de poder, a comparación con otros años, de los sindicatos que en los años '40 junto con la aceptación popular formaban una alianza de hierro contra otros sectores.
Para finalizar esta reflexión, es bueno tomar las palabras del gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, quien pidió que no haya ni “vencedores ni vencidos”, y que el conflicto no se intente resolver de forma demagógica, repartiendo culpas de desabastecimiento (cuando las culpas son compartidas) o con alusiones a golpes de Estado, sino con políticas económicas justas y concientización de la época.

Por Bruno M. Bordonaba