Luego del nefasto golpe de Estado, del cual aún sufrimos sus secuelas de forma socio-económica. La presidencia más larga de nuestra historia, que nos dejó sin patrimonio nacional, en dependencia casi absoluta de intereses extranjeros, y con la tasa de desocupación e indigencia en aumento. El golpe knock-out que sufrimos en el 2001, fecha que los efectos finales, no por eso impredecibles, de la paridad cambiaria impulsada por Domingo Cavallo, forzaron la devaluación y sus inevitables consecuencias. Los bancos, acostumbrados a altas tasas de interés, retuvieron las reservas en dólares de los ahorristas formando el popularmente conocido “corralito”. Los precios subieron de forma inversamente proporcional a los salarios, como nunca se había visto. La pobreza y la desocupación crecieron en largo y ancho, es decir, que no solo había más pobres, sino que los que ya eran pobres se hicieron más pobres. La brecha entre los que menos tienen, con los que más, se hizo más larga y la clase media tendía a desaparecer. La crisis fue producto de un proceso de autodestrucción nacional, que se venía cultivando de hace 25 años. Y los más perjudicados, fueron los de siempre.
La movilización del pueblo en repudio a la crisis era comparable a la de la década de 1880, con la presencia de radicales, socialistas y anarquistas. El grito era uno solo, “que se vayan todos”. Cacerolazos y piquetes. Protestas dignas y oportunistas, que con la excusa de que tenían hambre robaban televisores. Lo más destacable fue la aparición en el tejido social de nuevos actores: piqueteros, juntas barriales o vecinales, el retroceso a los principios de la economía con los trueques, el cual llegó a emitir una moneda relativamente fuerte (bono trueque), y los cartoneros.
Los piqueteros se transformaron en funcionarios del gobierno. Las juntas y el trueque desaparecieron. Sin duda, que los cartoneros fueron los que sobrevivieron con más fuerza y se expandieron muy rápidamente en la sociedad argentina, sobre todo en Capital Federal y el conurbano bonaerense. Hoy, hay 40.000 cartoneros jefes de familia, que según las estadísticas mantienen a más de 100.000 miembros. Son el engranaje fundamental de un negocio que forman parte 114 galpones que acopian y revenden todo lo que se recolecta, y 40 grandes empresas metalúrgicas, papeleras y fabricantes de plástico, que completan la cadena comprando la materia prima a los galpones.
El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, primero rumoreó la idea de devolverles la dignidad y reinsertarlos a la sociedad como mozos, electricistas, mecánicos y taxistas. Lo que más bien era no reconocerles la dignidad como cartoneros y tampoco insertarlos a la sociedad, sino transformarlos en un modelo, un ideal de persona que cumplía los complicados requisitos de entrada a la sociedad.
Ahora, existe un proyecto de transformar a los cartoneros en “recolectores urbanos”, se les entregarían uniformes, guantes, obra social y se le pedirían aportes jubilatorios, además se le otorgarían 200 pesos extra por dejar su zona limpia, lo cual intenta también disminuir el trabajo infantil en las calles. De esta forma se les devolvería la dignidad, aceptando su trabajo, que de hecho es muy digno teniendo en cuenta la fundamental importancia que tienen los cartoneros para la subsistencia de grandes empresas. Solo queda esperar que se cumpla.
¿Qué ideas y posturas les despiertan esta nueva iniciativa del gobierno de Mauricio Macri?
Por Bruno M. Bordonaba
La movilización del pueblo en repudio a la crisis era comparable a la de la década de 1880, con la presencia de radicales, socialistas y anarquistas. El grito era uno solo, “que se vayan todos”. Cacerolazos y piquetes. Protestas dignas y oportunistas, que con la excusa de que tenían hambre robaban televisores. Lo más destacable fue la aparición en el tejido social de nuevos actores: piqueteros, juntas barriales o vecinales, el retroceso a los principios de la economía con los trueques, el cual llegó a emitir una moneda relativamente fuerte (bono trueque), y los cartoneros.
Los piqueteros se transformaron en funcionarios del gobierno. Las juntas y el trueque desaparecieron. Sin duda, que los cartoneros fueron los que sobrevivieron con más fuerza y se expandieron muy rápidamente en la sociedad argentina, sobre todo en Capital Federal y el conurbano bonaerense. Hoy, hay 40.000 cartoneros jefes de familia, que según las estadísticas mantienen a más de 100.000 miembros. Son el engranaje fundamental de un negocio que forman parte 114 galpones que acopian y revenden todo lo que se recolecta, y 40 grandes empresas metalúrgicas, papeleras y fabricantes de plástico, que completan la cadena comprando la materia prima a los galpones.
El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, primero rumoreó la idea de devolverles la dignidad y reinsertarlos a la sociedad como mozos, electricistas, mecánicos y taxistas. Lo que más bien era no reconocerles la dignidad como cartoneros y tampoco insertarlos a la sociedad, sino transformarlos en un modelo, un ideal de persona que cumplía los complicados requisitos de entrada a la sociedad.
Ahora, existe un proyecto de transformar a los cartoneros en “recolectores urbanos”, se les entregarían uniformes, guantes, obra social y se le pedirían aportes jubilatorios, además se le otorgarían 200 pesos extra por dejar su zona limpia, lo cual intenta también disminuir el trabajo infantil en las calles. De esta forma se les devolvería la dignidad, aceptando su trabajo, que de hecho es muy digno teniendo en cuenta la fundamental importancia que tienen los cartoneros para la subsistencia de grandes empresas. Solo queda esperar que se cumpla.
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Por Bruno M. Bordonaba