sábado, 4 de abril de 2009

Raúl Alfonsín


El 31 de Marzo del 2009 fallecía Raúl Alfonsín, y con su muerte se hace eterno todo lo que él representa. Es el principal exponente de esta joven democracia que comenzó en 1983, y es un ícono en la lucha contra el terrorismo de Estado y la defensa de los derechos humanos. Ocupó el sillón presidencial en uno de los momentos, sino el más, difícil de la historia Argentina. No bastaba con recuperar la democracia, había que hacer que ésta dure, que se vuelva a poder confiar en las instituciones, había que recobrar una hegemonía política y frenar la puja de poderes por el lado de las Fuerzas Armadas, y había que suturar las heridas que dejó el proceso en la sociedad y en la economía.
Una vez que las multitudes ya desfilaron por recoleta y que el golpe mediático pasó, se puede hablar con menos pasión y más objetivamente de lo que Raúl Alfonsín representa, y lo que la gestión Alfonsín representa. Los antecedentes a la recuperación de la democracia, más específicamente, el período 1955-1973, se caracterizó por la ausencia de una hegemonía política en cada gobierno de esos años, y por una constante puja de poderes entre el peronismo proscripto, el ejército, y los demás partidos. Con la vuelta de Juan Perón, hubo una corta consolidación hegemónica que fue disminuyendo con su muerte, hasta desaparecer el 24 de marzo de 1976, cuando las Fuerzas Armadas tomaron ilegítimamente el poder para combatir la subversión.
Hacia 1983, el golpe de Estado había dejado un saldo de 30.000 desaparecidos, una economía desvastada, una guerra celosamente librada y perdida, y en las calles una tensión social que solo la democracia podría desahogar, y ¡vaya que hubo desahogo! Una multitud, al igual que en recoleta, se reunió el 30 de Octubre de 1983 en plaza de Mayo para festejar la democracia, un triunfo parcial, porque la casa estaba aún muy desordenada.
La gestión Alfonsín tuvo al principio una admirable, única en Latinoamérica política de derechos humanos. El juicio a las juntas fue ejemplo en el mundo, y demostraba que Alfonsín era realmente un guapo, que tenía lo que hay que tener para hacer valer sus convicciones, cumplir con la justicia y las voluntades populares.
Decíamos anteriormente que la democracia era un triunfo parcial, había que hacer que dure para siempre, pero el momento histórico era muy complicado, la presión que ejercían las fuerzas armadas (hubo varios levantamientos armados contra el gobierno) era una amenaza constante a la democracia, y toda esa presión terminó en la sanción de las leyes de obediencia debida y punto final, un anticipo a los indultos de 1990. Por otra parte, hay que reconocer de Alfonsín un arduo trabajo en la recuperación de las instituciones, que hizo posible, por un lado comenzar el camino a la recuperación de una hegemonía política (que se va a hacer concreta con el gobierno de Carlos Menem), y por otro, que desde 1983 continuemos viviendo en democracia y que nunca más haya otro golpe de Estado en Argentina.
Por último, de la gestión Alfonsín hay que hablar de la hiperinflación de más del 20% mensual que afectó sobre todo el último tiempo de su presidencia. La misma se intentó combatir con las primeras medidas neoliberales (como el plan austral, el plan primavera), que luego, en la década de 1990 iban a vivir su momento de apogeo en Argentina y en toda Latinoamérica, con gran influencia del Consenso de Washington.
Sin duda que Raúl Alfonsín es una figura admirable de la política Argentina, por su honestidad y sus convicciones. Tampoco queda duda que es el máximo representante de esta joven democracia, algunos prefieren llamarlo el padre de la democracia moderna. Más allá de todo eso, la gestión Alfonsín es muy diferente a lo que él representa como figura pública y política. Tuvo grandes aciertos como su política de derechos humanos, que luego fueron algo aplacados por las leyes de obediencia debida y punto final, como también tuvo grandes fracasos como el plan austral, el plan primavera y el pacto de olivos.
Luego de la conmoción de estos días, creo que es importante destacar algunas cosas: repudio que en momentos como este aparezcan los oportunistas de siempre a hacer campaña política. Destaco el gesto de la Presidenta en hacer el homenaje en vida en Casa Rosada. Y destaco la gran cantidad de gente que asistió a la marcha, quiero creer en honor al momento histórico y a los valores por la democracia y los derechos humanos que Alfonsín representa, más que por sus años de gestión.
Por Bruno M. Bordonaba

lunes, 16 de marzo de 2009

Se adelantan las elecciones y se retrasan (más) los trámites de los DNI

Si hasta el momento estaba enojado.. ahora estoy furioso y tengo exceso de angustia. Este post surge a partir de una experiencia personal, pero que como a mí y a cientos de miles de argentinos, nos ha pasado. Se trata del eterno trámite del Documento Nacional de Identidad.


Hace un año y medio me robaron la billetera. Hace un año y medio inicié el trámite. O sea, hace un año y medio que no tengo DNI. Son incontables las complicaciones que me ha generado: no puedo tramitar tarjetas de debito (y menos de crédito), casi no puedo entrar a la universidad, la policía no me acepta el ‘Certificado de documento en trámite’ – que NO acredita identidad -. Pero lo que más me molesta y me embronca, y de ahí el comienzo del post, es que ante una inminente aprobación en el Congreso del adelantamiento de las elecciones ‘no se llegarán a incorporar los cambios de DNI’, según una nota del diraio 'La Nación'


Creo que es necesario aclarar que va a ser, si es que tengo el documento, la primera vez que podré votar. En el 2007 no me alcanzaba la edad, y veía en este año la posibilidad de poder expresarme ante las urnas por primera vez. Claro está que, sin embargo, puedo expresarme por este medio. Pero nada de esto va a cambiar o alterar los resultados finales.


Estoy en contra de que se adelante el escrutinio, pero no quiero hacerlo eje central de esta publicación.

Lo único que quiero plantear y dejar como debate, es la urgente necesidad de una reforma política y de gobernabilidad que ningún gobierno ha hecho hasta ahora. Es necesario transparentar y acelerar todas estas cuestiones que en cualquier otro lugar se torna fácil y rápido.


No podemos circular sin nuestro documento, que, como indican sus siglas, es el único documento que poseemos para acreditar nuestra identidad. Y es de esta forma que muchos, MUCHOS, se aprovechan de estas circunstancias por las que pasamos.


¿Cuántos chicos vamos a votar por primera vez en una Argentina que grita y reclama desesperadamente un recambio generacional en las cúpulas del Estado? No es dato menor que se retrasen las actualizaciones de los padrones.

Y como no vivo ni en capital ni en otra urbe superpoblada sino que vivo y estudio en el medio de la provincia, los reclamos ‘se traspapelan’ y se retrasan aún más.


Los argentinos no por nada detestamos hacer colar y tener que esperar. Un profesor mío de la facu nos decía que el con los años (ronda los 90) aprendió a aprovechar al máximo el tiempo. Ese factor que no podemos controlar y que muchas veces nos pone en aprietos. Por eso, retomando al profe, nos comentaba que a él le gustaba ir al banco, a pagar las cuentas, etc.. Le gustaba (le gusta) porque el usaba ese tiempo para seguir aprendiendo. Ante nuestra mirada estoica y de no comprensión, nos aclaró que siempre lleva consigo un libro, un diario, un documento.


No es para nada una mala idea. Así que no se sorprendan verme a las 7 de la mañana en la cola del Registro Civil con un libro entre manos y, al menos, luciendo un poco más distendido y no tan tenso como lo pueden estar las otras personas de la cola.


Juan Ignacio Agarzúa

juanagarzua@hotmail.com

lunes, 2 de marzo de 2009

Más hambre que maestro de escuela


Es realmente interesante observar las contradicciones que se ven en la sociedad argentina cuando ocurre algún tipo de manifestación o protesta. Nuestra historia nos da derecho a ser una sociedad más sensible en materia de reclamos a comparación con otros países, y de hecho es común encontrar en nuestro país piquetes, escraches, paros, huelgas, marchas, infinidad de medidas de fuerza en rebelión al gobierno, a alguna empresa, o simplemente en forma de reclamos populares exigiendo seguridad, justicia, etc.
Sin duda que el premio a la manifestación del año se lo llevan los entes agrarios, terratenientes, productores y trabajadores rurales, en manifestación a la resolución 125. El reclamo llegó a dividir al país en dos a tal punto que las marchas se poblaron de personas cuya relación más cercana con el campo es el gusto por el asado y la oposición al gobierno. Volvieron los carteles en los autos, esta vez con la frase: “Yo estoy con el campo”, lo que más bien significaba “no estoy con el gobierno”, ya que estar con el campo es sumamente relativo teniendo en cuenta las diferencias socioeconómicas y de intereses que existen en el sector.
En fin, la manifestación de mayor trascendencia en el país en los últimos veinte años, rondaba en torno a si las personalidades del campo iban o no a disminuir sus ganancias. No quedan dudas que el conflicto fue pésimamente manejado por el gobierno, y nunca se consideró a los pequeños y medianos productores, quienes eran los que realmente debían quedar exentos del aumento de retenciones. Pero por otro lado, gran parte del pueblo que usaba los carteles en su auto y concurría a las marchas, también incluía dentro de la misma bolsa a los grandes productores y terratenientes arrendatarios, con las PYMES del sector agrario, y reclamaba de igual manera para todos el aumento de las ganancias. De más está decir que si el dinero que se recaudaría con las retenciones sería usado para repartir, para pagar la deuda externa, o para la campaña presidencial, no entra en el análisis objetivo del conflicto.
Entre marzo y julio del 2008 que duró el conflicto con el campo, hubo otras manifestaciones que reclamaban justicia, seguridad, no violencia, etc. y que sin embargo quedaron silenciadas por los reclamos de aumento de ganancias del sector rural. Hoy los docentes de Capital Federal y el de muchas provincias reclaman un aumento salarial justo y necesario, pero desgraciadamente hasta ahora no vi ningún auto con carteles como “Yo estoy con la educación”, y tampoco vi gente que no sea docente en las marchas. Por el contrario, Mauricio Macri declara: “hay que pensar en los chicos”, y es la misma gente que repite cotidianamente el dicho “más hambre que maestro de escuela”, la que hace eco de la frase del actual Gobernador de la ciudad de Buenos Aires. Seguramente nadie dijo “hay que pensar en los chicos” cuando se tiraba litros y litros de leche en la ruta.
No es mi intención con esta comparación desmerecer la protesta agraria, de hecho estoy de acuerdo con la misma en varios aspectos. Simplemente no encuentro otro adjetivo que triste, que las manifestaciones con intereses más globales sean las que menos popularidad tengan, y que mucha gente aún siga desvalorizando la labor del docente.


Por Bruno M. Bordonaba

viernes, 27 de febrero de 2009

Nuevas noticias que parecen viejas

Culminan las vacaciones y la rutina se apodera paulatinamente de nuestra mente y cuerpo. Por las mañanas, entre mates y sueños interrumpidos, se hacen cada vez más repetidas frases como: acceso a autopistas, avenidas principales… colapsadas, líneas de subtes, trenes, premetro, colectivos… con demoras. Algunos condimentos nuevos como, doble mano Pueyrredón o no sabemos si empiezan las clases; pero en general las noticias no cambiaron mucho en este comienzo de la rutina del 2009: dificultades entre el Gobierno, el campo y los medios. Consecuencias de la crisis financiera mundial. Por supuesto, nada que preocupe, al menos públicamente, a nuestra presidenta.
Como esta nota se trata de la rutina, de noticias nuevas que parecen viejas, me parece oportuno destacar una nota que hizo La Nación, bajo el nombre de “Justicia y corrupción, bajo la lupa”. La nota se trata de la primera evaluación sobre Derechos Humanos, corrupción y transparencia, que realiza el gobierno de Estados Unidos, y por supuesto no habla muy bien de la Argentina.
No es raro que los Estados Unidos hablen de Derechos Humanos y corrupción en otros países, a pesar de ser los menos indicados para opinar en aquellos temas, sobretodo del primero. No obstante, de la nota se puede recalcar: (en mención a la Argentina) “la corrupción gubernamental ha sido reconocida como un “problema grave”, alimentado por la existencia de "instituciones débiles y un sistema judicial a menudo inefectivo o politizado".
Cada vez es más que evidente la degradación y la falta de credibilidad de las instituciones, manejadas por intereses más partidarios que populares. En el 2008 en particular, esta situación se vio agravada por la ola de renuncias y asunciones de funcionarios, la mayoría con poca participación legislativa, y algunos envueltos en situaciones escandalosas.
Sin embargo, la esperanza de que esta rutina, donde en la calle se viaja mal y se puede sentir la inseguridad y la pobreza, mejore, yace en la recuperación del buen funcionamiento de las instituciones. Para esto es más que necesario no naturalizar los malos aspectos de la rutina y exigir con participación política activa el buen funcionamiento de las instituciones.
El video de los Beatles lo subí simplemente porque es un buen tema como para arrancar la rutina.

Por Bruno M. Bordonaba

- brunobordonaba@hotmail.com

martes, 9 de diciembre de 2008

Del Asociacionismo al Corporativismo


En 1857 se crea en Buenos Aires la primera organización obrera del país, la Sociedad Tipográfica Bonaerense. Esta primera forma de asociación obrera es consecuencia de la masiva ola de inmigrantes proveniente de Europa, italianos y españoles en su mayoría, que venían con aires socialistas y anarquistas producto de las revueltas sociales y políticas que aquejaban al viejo continente.
Claro está que ya nada queda de aquella organización, que respondía a los principios del asociacionismo promovido por los utilitaristas (liberales radicales) del siglo XVII y XVIII que creían que estas formas de asociación y organización daban lugar a una “escuela de de ciudadanía” (Tockeville, 1805-1859).
El número de gremios y sindicatos (en su forma originaria) fueron difundiéndose y aumentando su número a lo largo y a lo ancho del país, registrándose las primeras huelgas en la década del ’20 y del ’30.
Se podría decir que durante las primeras dos presidencias de Perón fueron parte de la base de poder del cual se sustentaba el gobierno, y tuvieron un papel fundamental a la hora de tomar decisiones públicas y políticas, por ejemplo para concretar la tan ansiada Reforma Constitucional de 1949. Reforma que escondía bajo los artículos de políticas sociales la reelección presidencial.
Tuvieron su gran devacle, siendo tal vez las instituciones más golpeadas, durante los últimos gobiernos de facto, a partir de 1976.
El retorno a la democracia fue significado de libertad y de expresión. Bienvenidas sean. Pero el decenio de los ’90 no hizo más que confundir y transformar esas libertades en un libertinaje barato sin control alguno por parte del Estado. Porque era justamente el Estado el que promovía la farándula política, mientras se cometían los mayores casos de corrupción de la historia, hasta ese momento.
Uno de los principios de toda organización gremial y/o sindical es la independencia y la autonomía total para con el Gobierno de turno. A partir de los ’90 se convirtieron en un brazo del menemismo, y actualmente del kirchnerismo, para concentrar más y más poder.
Reconozco que son muchos los casos en los que los trabajadores reciben grandes compensaciones y gruesos sueldos por sus trabajos. Y está muy bien. Pero cuando estos beneficios sólo encuentran como único objetivo la estadía en la cúpula del poder y la acumulación del mismo por parte de los dirigentes, dicha organización ha perdido sentido alguno. Se han convertido en corporaciones verticalistas, donde el trabajador ya no decide quién quiere que lo represente. Hay una dicotomía entre el dirigente sindical y el socio afín.
Ante el fallo histórico de la Corte Suprema de habilitar a "comunes" (personas no afiliadas a un sindicato) para poder llegar a ser elegidos como representantes de los trabajadores, cualquiera sea el sector, Hugo Moyano pareció despertar de su ensueño K al comprender lo que esto realmente significaba: perder más poder.
Hoy, y ante este acontecimiento histórico, los trabajadores tienen la posibilidad de hacerse escuchar y manifestarse a través de la elección de su representante gremial. Y recalco la magnitud de la decisión de la Corte, ya que no está obligado el poder judicial en hacer jurisprudencia en cuestiones políticas.
Un gobierno se renueva cada cuatro años, o como máximo puede gobernar unos ocho. Y de igual manera, la sociedad a la que representan y gobiernan no es ya estoica, sino que cambia continuamente.

Una gran masa de la sociedad, la obrera, va a comenzar a cambiar las reglas de juego. Y es algo en lo que, desde mi punto de vista, ni el gobierno ni los sindicalistas más poderosos están preparados para afrontar.

Por Juan I. Agarzúa
-
juanagarzua@hotmail.com

martes, 2 de diciembre de 2008

Infamia, la urgencia de ser famoso


El avance de los medios de comunicación; el protagonismo que tomó en los últimos años la televisión, la radio, y el mundo de la publicidad en el seno de la familia; las nuevas opciones de manifestación pública que brinda Internet, son los hechos que han venido conformando en el imaginario colectivo una idea de ascenso social que prioriza la llegada a la fama, antes que la profesionalización, la escala laboral y/o intelectual. Se fue inculcando en grandes porciones de las clases medias sobretodo, la idea de asociar a la fama como una vía rápida de solución para todas las necesidades, indispensables y banales, que adquiere una persona de una sociedad moderna.
La constante exposición de figuras públicas, rodeados de lujos y comodidades, hacen parecer a la fama como un mundo que excede los asuntos cotidianos, como levantarse temprano, tomar el colectivo, el tren o el vehículo particular para ir a trabajar, ganarse el sueldo para satisfacer las necesidades básicas y en cuasi segundo plano las necesidades del ocio y el divertimento. La esfera pública es vista como una burbuja de fertilidad, inmersa pero distante de la podredumbre. Y sobretodo, esta idealización de la fama, oculta la realidad de la esfera pública, que es también gente que se levanta temprano, toma el colectivo, tren o vehículo particular para ir a trabajar y ganar dinero para satisfacer sus necesidades.
La constante urgencia de las personas por caminar los pasillos de la fama, es satisfecha muchas veces con una fama ficticia. Me refiero a los fotologs, los flickr, etc., que crean un mundo de frivolidad, donde se exponen solo rostros y cuerpos, y cada firma es una caricia al ego de los dueños de las bitácoras. Permiten vivir en un mundo virtual y perfecto, donde quienes suben las fotos, son “famosos” por cualidades natas, no se premia ni la inteligencia, ni el trabajo, el estudio, el arte, y hasta ni siquiera la belleza.
Los fotologs además, tuvieron tanto impacto en jóvenes que hasta crearon una tendencia, los “floggers”, que son los habitantes de ese mundo de virtualidad y perfección. Lo cual beneficia a las empresas que brindan los servicios como fotolog o flickr, que les permiten lucrar con la urgencia de los individuos por construir su propia esfera pública, en la cual ellos son los famosos, y los firmantes sus admiradores.
La otra forma de acceso fácil y rápido a la fama es también satisfecha por las instituciones que lucran en base a este sentimiento de escape a los problemas cotidianos. Son los reality shows, y los programas de escándalo o mal llamados de espectáculos. Nuevamente la gente puede acceder, algunos más fugazmente que otros, a la fama por hacer nada. Mejor dicho, por hacer lo que hacemos todos, levantarse, comer, hablar por hablar, pelearse con amigos o con su pareja, reconciliarse con amigos o con su pareja, etc. En los reality shows sobretodo, se premia la traición y la mentira. La infamia se presenta como un posible camino a la fama.
Esta creciente tendencia multiplica sus consecuencias. No solo que se crea una esfera pública más burda y chabacana, sino también, se cultiva en la sociedad la apatía por los asuntos que realmente importan y se priorizan cuestiones que deberían ser secundarias. Ciertos sectores de la sociedad se ven ajenos a la política y a los cambios sociales, y la única actividad cívica que les compete es la de meter un sobre a una urna cada cuatro años.
La política no la hacen los políticos, la hacemos todos, como la hicimos en el 2001, la sociedad y la política no son agentes separados. Seguimos siendo víctimas de una estrategia de artificio y farandulización de la política, impulsada desde los `90. Ordenar las prioridades es ordenarse como ciudadano, como miembro de una sociedad políticamente democrática, característica que nos da el poder de hacer valer las voluntades populares. En tanto y en cuanto no seamos conciente de lo que nos pasa, y no hagamos notar que somos concientes de los que nos pasa, nos dejamos a merced de los opresores, los que mataron a San Martín, a Belgrano, y a Mariano Moreno entre otros. ¡Que no haga falta otro 2001 para que reaccionemos!

Por Bruno M. Bordonaba

viernes, 28 de noviembre de 2008

Estado, cultura y mercado en Argentina

Advertencia al lector
Voy en contra de los que creen que no se pueden colgar post "largos" en los blogs, y haciendo lo contrario, combato la tendencia a caer el la liviandad y el poco compromiso con los temas, como frecuentan caer algunos blogs.
En el siguiente artículo se desarrollan argumentos y se citan a diferentes autores que opinan sobre la excepción cultural. Un tema que genera muchas controversias, y por ende va a despertar opiniones contrapuestas entre los lectores. Antes que nada, es necesario aclarar que cuando se habla de excepción cultural, se habla del papel interventor que tiene el Estado en la cultura nacional. Ya sea brindando facilidades a ciertos artistas (mediante subsidios, créditos blandos, etc.), o hasta aplicando aranceles, penalizando o censurando distintas manifestaciones culturales. Las posiciones que puede tomar el Estado como regulador de la cultura, despierta entre los agentes sociales diferentes posturas, que se desarrollan dentro de dos corrientes ideológicas bien definidas. Quienes creen en un liberalismo absoluto, es decir dejar a la cultura totalmente expuesta al libre desarrollo del mercado, o quienes optan por un completo intervencionismo estatal.
Los argumentos a favor o en contra de una postura específica son variados y muchas veces contradictorios. Entre los defensores de la excepción cultural, las principales explicaciones ideológicas que se escuchan son: que el Estado debe intervenir para proteger la identidad cultural nacional de un mercado imperialista, el cual, censura productos culturales por no cumplir los requisitos del lucro y la redituabilidad necesarios que él mismo exige. Por otra parte, los principales argumentos de los defensores del mercado yacen en la desconfianza que les genera quienes son los encargados de regular la cultura. Funcionarios burócratas, con sentimientos, pasiones y gustos, que pueden interferir peligrosamente en las delicadas decisiones que les otorga el Estado.
El siguiente trabajo hace un análisis constructivo del papel que debe adoptar el Estado frente a la cultura. Sin ahondar en los blancos o negros, el lector descubrirá una posición que defiende claramente las culturas nacionales, aunque sin entrar en un terreno en contra del mercado. Es decir, no ver la relación cultura-mercado como antónimos, sino como agentes que se complementen para esquivar las peligrosas manos de los extremistas, Pro-Estado o Pro-mercado.

Realidad y corrientes ideológicas

Como se explicitó en la introducción, la excepción cultural pone en relieve dos corrientes ideológicas bien definidas y sumamente opuestas. Antes de familiarizarse con cualquiera de ellas, es preciso recalcar la realidad actual de la cultura y el mercado, y por supuesto, la relación entre cada uno de estos actores.
Hablar de industrias culturales, ya no hace mención a un país o una nación específicas. Y evidentemente, tampoco se puede hablar en forma concreta de identidad cultural. Sobre todo en países de Sudamérica, en los que la “identidad cultural” es una mezcla de ingredientes de importaciones occidentales, que fueron inculcados, en parte por los inmigrantes y en parte por los caprichos de las elites sociales nativas. Mirar las fachadas de las casas y edificios del centro porteño, nos traslada en cierta forma a Francia, Inglaterra o España. A pesar de todo, las sociedades latinoamericanas han sabido colocar su sello, y por ende, hacer surgir producciones culturales con influencias europeas y latinoamericanas, que sin ninguna duda, deben considerarse como representaciones culturales que caracterizan a las naciones.
Luego de esta breve reseña histórica, está claro que la dominación y la imposición cultural no es algo nuevo, ni fue siempre impulsada por el mercado. Sino por las clases dominantes, las elites sociales que hacían culto al autoritarismo y a sus propios intereses sectoriales. Hoy, los defensores de la excepción cultural acusan al mercado de que sus decisiones sobre los productos culturales se hacen desde el autoritarismo y los intereses sectoriales, bajo conductas invasivas que atacan las culturas nacionales y las fuerzan a su desaparición. Y es más que importante destacar que este argumento está fundado de cierta manera en una realidad. José Luis Castiñeira de Dios, músico y director de orquesta argentino, en un congreso sobre cultura, citó un testimonio muy peculiar de un importante personaje de la industria cultural del cine:

“…Hace algunos años, Jack Valenti, que fue director de la Motion Pictures, que es el organismo comercializador de la cinematografía estadounidense, dijo en una entrevista realizada en Paris que la cinematografía estadounidense tenía el 90% del mercado mundial. Un periodista francés le preguntó: -Y con ese nivel de desarrollo, ¿qué más pretenden?-. Valenti lo pensó, sonrió y exclamó: -¡El 100 por ciento! Queremos que todo el cine sea norteamericano…”


La realidad actual de las industrias culturales muestra que la producción está sumamente concentrada. En Latinoamérica y países que no son potencias, las industrias culturales no existen o son auténticas PYMES, con pocas oportunidades de producción y difusión. En la mayoría de los casos los artistas están obligados a depender de empresas transnacionales para trascender sus obras a nivel internacional.
Los Estados más afectados por los efectos del mercado, realizan constantemente políticas intervencionistas que preserven las industrias culturales nacionales. En nuestro país el cine, el teatro, el patrimonio y el libro son regulados por el Estado, aunque no sólo mediante la Secretaría de Cultura de la Nación. Hay instituciones que también intervienen en las industrias culturales, como por ejemplo el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), o las empresas que se encargan de hacer respetar los derechos del autor en la música, como SADAIC o ARGENTORES. Las decisiones de estos organismos muchas veces generan contradicciones, y son acusadas de violar los límites de la expresión pública, fijados por la censura. Al respecto, Mario Vargas Llosa, vuelca su poder de ironía en el siguiente análisis:

“…como el público en general es tan poco sutil y riguroso a la hora de elegir los libros, las películas, los espectáculos, y sus gustos en materia de estética son execrables, es preciso orientarlo en la buena dirección, imponiéndole, de una manera discreta y que no parezca abusiva, la buena elección. ¿Cómo? Penalizando a los malos productos artísticos con impuestos y aranceles que los encarezcan, por ejemplo, o fijando cupos, subsidios y rentas que privilegien a las genuinas creaciones y releguen a las mediocres o nulas. ¿Y quiénes serán los encargados de llevar a cabo esa delicadísima discriminación entre el arte integérrimo y la basura? ¿Los burócratas? ¿Los parlamentos? ¿Comisiones de artistas eximios designadas por los ministerios? El despotismo ilustrado versión siglo veintiuno, pues…”


La anterior reflexión del gran escritor latinoamericano es algo extremista, aunque tampoco deja de estar fundada, de cierta manera en la realidad. En nuestro país, la industria del cine está altamente subvencionada, ya que de lo contrario, la concentración de este mercado haría imposible que existieran películas argentinas. El fondo para los subsidios, parte los otorga el Estado, y parte son de un arancel al 10% de las ganancias, que se le cobra a determinados cines. Además, el INCAA creó una ley llamada “cuota de pantalla”, en la cual se le exige a todos los cines de la nación que proyecten cuatro películas nacionales por cada pantalla, y se las coloque en cartelera durante dos semanas. La paradójica imposición del Estado en la libre elección del público, es vista por Sebastián Valenzuela, gerente comercial del Village Cines, de la siguiente manera:

“… Forzar a que se exhiban películas que puedan no resultar atractivas al público puede ser contraproducente para la industria argentina… […]… Si la gente puede elegir lo que quiere ver, y encuentra atractivo en las películas, va a ir más al cine. Y cuanta más gente vaya al cine, el INCAA recaudará más fondos debido a que el 10% de cada entrada se destina al otorgamiento de créditos y subsidios a los productores nacionales. Como consecuencia de esto, se pueden financiar la producción de mayor cantidad de películas argentinas…”


En síntesis, este argumento muestra una gran contradicción. El INCAA, obliga la exhibición de películas nacionales sin importar la calidad de las mismas. Consecuentemente, si la película es mala, o tiene poca difusión, va a llamar menos la atención del público, que va a concurrir menos a ver películas. Si el público deja de ir al cine, el INCAA va a recaudar menos dinero para el desarrollo del cine argentino. La relación cultura-mercado, se torna contradictoria cuando el Estado intenta imponerse por sobre los gustos del público, quienes mantienen viva dicha relación.

Cultura-mercado y el público
Paradójicamente, en esencia ambas corrientes ideológicas tratan de evitar lo mismo, la censura de los productos culturales. Ambas, desde sus convicciones, lo cual hace muy difícil situarse en una postura específica.
Que el público disfrute de un buen libro, una buena película, una magnífica pintura no depende ni del mercado ni del Estado, depende de talentos individuales nacidos en cada nación. Talentos que crean vanguardias, movimientos, corrientes de expresiones que les dan significado a ciertos países. Esos son los verdaderos intereses y objetivos de las producciones culturales. El hecho de expresarse, de hacer públicas representaciones culturales individuales, ancladas en ciertos valores estéticos e intelectuales, que si bien delimitan las fronteras de un país, deben llegar a todo el mundo. Esto último es por lo que entendemos que una cultura tiene que ser universal, porque tiene que estar al alcance de todos, sin censuras ni preferencias. Sin embargo, muchos hablan de “cultura universal”, como medio para justificar el imperialismo. Tal es el caso de Vargas Llosa, que nos da a entender que la cultura universal, es como tal, porque no pertenece a ninguna parte, es de todos (dos conceptos muy diferentes que mezcla el escritor):

“…Si la misma idea de nación -un concepto decimonónico que ha perdido estabilidad y aparece cada vez más diluido a medida que las naciones se van integrando en grandes mancomunidades- resulta en nuestros días bastante relativo, la de una cultura que expresaría la esencia, la verdad anímica, metafísica, de un país, es una superchería de índole política que, en verdad, tiene muy poco que ver con la verdadera cultura y sí, en cambio, con aquel "espíritu de la tribu" que, según Popper, es el gran lastre para alcanzar la modernidad…”


Que el 90% del mercado del cine sea estadounidense es una actitud imperialista. No se está universalizando una cultura, se están suplantando unas producciones culturales rentables, por otras que no lo son tanto, las cuales corren peligro de extinción. Mario Vargas Llosa, luego de hablar de un concepto que no compartimos ideológicamente, vuelve justificar su posición de dejar a la cultura sometida al libre juego de oferta y demanda, argumentando en lo antidemocrático que resultaría un intervencionismo estatal:

“…No pongo en duda las buenas intenciones de los políticos que, con variantes más de forma que de fondo, esgrimen estos argumentos en favor de la excepción cultural; pero afirmo que, si los aceptamos y llevamos a su conclusión natural la lógica implícita en ellos, estamos afirmando que la cultura y la libertad son incompatibles y que la única manera de garantizar a un país una vida cultural rica, auténtica y de la que todos los ciudadanos participen es resucitando el despotismo ilustrado y practicando la más letal de las doctrinas para la libertad de un pueblo: el nacionalismo cultural…”


Si dejamos que el mercado se encargue de proporcionarnos la cultura. Con sus cupos horarios, sus rentabilidades, su concentración, sus intereses de sector, sus publicidades que generan modas, con su poder de difusión y por ende de convencimiento social, ¿acaso no es esto sumamente antidemocrático y despótico? Analicemos un caso hipotético: ¿Qué sucedería si un productor quiere plasmar la cultura mapuche en una película?, lo cual seguramente está lejos de ser el ideal de película que prefiere el mercado (éste preferiría "Un chiguagua en Beverly Hills”). Evidentemente, la película no tendrá lugar en ese agente tan particular y con tantos requisitos de ingreso. Estaríamos obligados a consumir un único tipo de producción cultural, la que más se asemeja a las características mercantiles. La siguiente cita, de un texto de Fernando Trueba, hace valer mi argumentación:

“…para que la libertad de elección del espectador exista hace falta primero que exista una oferta variada, que exista otro cine, y no sólo el de las grandes compañías americanas que controlan prácticamente todo el mercado audiovisual…”


Creo que se dejó en claro que el mercado tiene intereses diferentes, a los que consideramos primordiales en una producción cultural. Sin embargo, es importante destacar que, de forma contraria, un intervencionismo excesivo, puede limitar en la sociedad el consumo de producciones culturales extranjeras muy ricas. Por lo que estaría yendo en contra de mi argumento que la cultura es universal porque es para todos, no como cree Vargas Llosa, que es universal porque no tiene raíces ni distingue fronteras.
Desconcentrar al mercado es completamente utópico, y dar soluciones utópicas no es el sentido de este trabajo. Como ya se le advirtió al lector en la introducción, no vemos a la relación cultura-mercado como antónimos. Para que realmente no sea así, es porque ambos agentes se tienen que complementar. La excepción cultural debe servir para otorgar subsidios, créditos blandos y demás facilidades a los artistas, para que estos aumenten la calidad y difusión de sus producciones culturales. Es decir, que el Estado tiene que brindar las condiciones necesarias, para que los productos culturales nacionales sean cada vez más competitivos en el mercado. Para esto, es sumamente importante que el Estado no intervenga directamente sobre el gusto del público. La libre elección es fundamental para que no se violen los límites de la libre expresión. Sebastián Valenzuela, vuelve a referirse al público, cuando el Estado interviene en la cultura:

“…Cuando se dice que el mercado no ve cine argentino, en realidad están reclamándole a la gente que no está defendiendo la cultura del país por haber elegido ver una película extranjera en lugar de una argentina. Sin embargo, estamos convencidos de que en cada elección de la gente no hay banderas: el público disfruta mucho de películas argentinas al igual que de otras extranjeras…”


Somos fieles partidarios que en la elección del público “no hay banderas”. Si el público elige películas norteamericanas, por más chabacanas que puedan considerarse algunas elecciones, es porque éstas son de mejor calidad que otras producciones. Es decir, son superproducciones, con más financiamiento, más capital invertido y sobretodo con mayor difusión. Esto último es más que fundamental para formar el gusto del público, es una herramienta de manipulación. Si la excepción cultural, sirve para imponer películas nacionales de mala calidad y con poca publicidad, pues no sirve de nada. Vuelvo a repetir, la excepción cultural tiene que mejorar la calidad y difusión de las producciones culturales, de tal manera se logrará que éstas se posicionen mejor en el mercado. Así, el público elegirá las películas argentinas porque realmente son buenas producciones culturales, no por una ley despótica.

Conclusión y asuntos pendientes en la cultura
En este trabajo quedó plasmado que los límites del liberalismo, o del intervencionismo extremo, se dan cuando aparece la imposición. Ninguno de estos sistemas en su pureza garantiza que esto no aparezca, y consecuentemente, que no derive en censura y autoritarismo. Hay que dejar de ver la relación cultura-mercado como un antagonismo o como agentes opuestos, y sobre todo dejar al público exento de esta función. Respetar el libre albedrío, y por ende proteger los productos culturales nacionales desde su calidad y su difusión, no desde el despotismo.
Es importante tratar este tema, porque la cultura es lo que le da vida a las naciones. Les pone nombre y apellido y enriquece no solo a la nación, sino al mundo entero que la puede disfrutar. La cultura no se cuida sola, como afirman algunos extremistas, hay que ayudarla, el Estado como regulador, y el público como consumidor crítico, no un simple consumista que absorbe publicidad.En alguna parte del trabajo se nombró que muchas veces, las películas más vistas (como casi todas las industrias culturales), son burdas, chabacanas o de bajo nivel cultural. Lo mismo sucede con la televisión y los medios de comunicación masiva. Cada una “Caras y Caretas”, hay una “Paparazzi”, una “Pronto”, una “Semanario”, y la lista se puede hacer muy extensa. Lo mismo sucede con “Bailando por un sueño”, que a su vez se ramifica en muchísimos más programas que se dedican a repetirlo. De ninguna forma puede el Estado, desde una posición totalitaria, suspender o cobrar aranceles a los programas que el público cataloga de chabacanos, pero sin embargo, son los más vistos. En estos casos la excepción cultural tiene que partir de la formación ciudadana, formar ciudadanos cultos, críticos y no consumistas sin parámetros. Y en este punto estamos de acuerdo con Mario Vargas Llosa cuando dice que la educación tiene que ser la mejor herramienta de la excepción cultural. La que tiene que mostrar otras alternativas de consumo, para que el abanico cultural sea siempre más amplio, y las elecciones se hagan más democráticamente.
Por Bruno M. Bordonaba

domingo, 23 de noviembre de 2008

La última dictadura y la seguridad


“Los militares en el poder son más peligrosos:
Mienten más y roban más…
porque se levantan más temprano”
Eduardo Galeano

Cuando se habla de la dictadura de 1976/83 en la cotidianeidad, se repiten lugares comunes tales como, los desaparecidos, el “final” de la democracia, el modelo económico de Martínez de Hoz y la guerra de Malvinas. Son demasiados hechos, demasiado tristes, como para que se forme en las nuevas generaciones un imaginario colectivo con la suficiente valoración negativa a dicho período de nuestra historia, como para decir ¡nunca más!
Las nuevas generaciones no ignoran por completo la historia, y la sociedad argentina supo hacer valer la memoria, tanto desde talentos individuales e instituciones. No obstante, se está reproduciendo, sobretodo en los jóvenes de hoy, una razonamiento ficticio de vincular a la dictadura setentista como sinónimo de mayor seguridad. El comentario es: “Con los militares estábamos más tranquilos”, o alguno más moderado dirá: “Me parece mal todo lo que hicieron, por el tema de los desaparecidos, pero también es verdad que la gente estaba más segura, había menos robos, menos negros y eso”.
Hagamos un poco de historia, si durante el terrorismo de Estado había menos robos, es porque había menos marginalidad. Paradójicamente, todos los que integraron el mal denominado proceso de reorganización nacional, son el nombre y apellido de la intolerancia, la no inclusión social y la marginalidad. Recordemos con desprecio, el vaciamiento de la industria nacional, los compulsivos pedidos de prestamos a organismos internacionales, la inflación, y como solución a esto: el congelamiento de salarios a los obreros y la “ley de entidades financieras”, que favoreció a los deudores y especuladores, en vez de a los ahorristas y a los productores. La gran consecuencia de todo esto fue desocupación, pobreza y marginalidad. Los integrantes del último golpe de Estado, fueron los impulsores de un proceso de autodestrucción nacional, que trajo consigo una enorme inseguridad, que no se hizo tan evidente en el período 1976/83, y que luego, en los ’90, encontró su momento de apogeo.
¿Aún se puede seguir creyendo en la “mano dura” como solución a la inseguridad? La “mano dura” argentina, nos trae recuerdos de inoperancia e ineficacia, de desigualdad y pobreza. Es momento de buscar en la comprensión y la sensatez, en la inclusión y el bienestar social el plan de lucha para combatir la inseguridad.
Por otro lado, a los que frecuentan vomitar comentarios como los anteriores, creo que es válido recordarles otros comentarios como: “no digas nada, cuando vayas a la facultad no hables con nadie ni mires a nadie”. El sistema de proporción de justicia de la última dictadura se basaba en la exposición del terror, es decir, causar pánico y asegurarse de mostrarlo y ocultarlo lo suficiente para que la gente permanezca anonadada, ¿se puede llamar acaso a eso seguridad? La grandiosa escritora Pilar Calveiro se refiere a la “junta” como un Estado “burocráticamente criminal”, los centros clandestinos de concentración son el ejemplo de la institucionalización del crimen. Por lo tanto, la inseguridad que el Estado promovía, los que la asimilan con seguridad privada no se dan cuenta de que existía una amenaza aún más grande que el ataque privado, el Estado, el cual no tenía enemigos claros, ni vacilaba a la hora de hacer valer su idea de protección a la “nueva argentina”.
Vincular la última dictadura con la seguridad es el error más grande al que puede caer un país democrático. En aquella época no solo que se utilizaba la inseguridad como mecanismo de defensa hacia ellos mismos, más bien a las atrocidades que cometían. Sino que fueron los que comenzaron a cultivar un proceso que traía consigo inseguridad, la inseguridad que hoy padecemos y que la “mano dura” no la va a poder terminar. Hace falta “mente dura”, comprensión y sensatez.
Por Bruno M. Bordonaba
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brunobordonaba@hotmail.com

sábado, 15 de noviembre de 2008

"Give peace a chance"


La estimulación de una conciencia crítica de lo que pasa, esquivar la apatía e inculcar la necesidad de permanecer todo el tiempo en estado de vigilia y alerta. La protección de igualdad de opiniones y derechos, la igualdad por sobre todas las cosas. No caer en el nacionalismo estúpido y xenofóbico, en el que se resguardan y se excusan los opresores, los que no creen en la igualdad. La igualdad por sobre todas las cosas, la igualdad para darle una oportunidad a la paz. La paz por sobre todas las cosas.
Todo eso representa Lennon. En cada manifestación, en cada campaña, en cada afiche, en cada canción. El músico e intelectual le puso nombre y apellido a un movimiento que se desprende de cualquier similitud con manifestaciones anteriores o posteriores. Combatía desde la música, el activismo y la palabra, a un gobierno que fomentaba la matanza, la violación de derechos humanos y el sadismo. Un gobierno que creaba terror en las familias de los soldados estadounidenses y en las familias que vivían en Viednam. Que justificaba una guerra injustificable y sin sentido, bajo ideales absolutistas, totalitarios y de intolerancia ideológica. Se basaba en la criminalización del comunismo, tan solo para imponer un único sistema productivo, el que los iba a mantener como potencia absoluta.
Sin embargo Lennon no era comunista. No creía por ejemplo en la lucha armada, sería sumamente paradójico combatir un sistema que fomentaba la matanza y el terror, con medidas que también lo hicieran. Antes que cualquier aspecto, él veía la parte humana, y predicaba la paz. Lo que comenzó como una manifestación en contra de un nefasto gobierno, de un sistema específico, terminó como una enseñanza y un reclamo universal. Cometió errores como todos, tal vez se juntó con gente que no debía, y a partir de allí se comenzó a concretar como un peligro para el gobierno de Nixon.
Lennon sufrió varias amenazas, la CIA pinchaba sus teléfonos y lo seguía por la calle. Soportó un juicio que lo mantuvo, al igual que a Yoko, forzosamente exiliado de los Estados Unidos, juicio que ganó luego de cuatro años, el mismo día de su cumpleaños y del nacimiento de su hijo.
Al poco tiempo de haberle escrito una canción este, en la que decía que soñaba con verlo ser mayor de edad. Al poco tiempo, el gobierno de los Estados Unidos se cansó de promulgar leyes en las que permitía el robo y el espionaje según el Estado lo determine, y de iniciar juicios antidemocráticos. Se cansó, y decidió terminar con el problema de la peor manera.
El reelecto presidente Nixon contribuyó una vez más a la destrucción de una vida y la desarticulación de una familia. Lennon fue asesinado el 8 de diciembre de 1980. Y aunque si bien terminaron con la producción de sus canciones y con sus hermosas locuras, no lograron matarlo del todo.
Por Bruno M. Bordonaba

sábado, 8 de noviembre de 2008

The dream comes true


El 4 de noviembre fue un día histórico para Estados Unidos y el mundo. No solamente por la asunción del primer presidente afroamericanos, en uno de los países históricamente más racistas. Sino por los que representa Barack Obama, luego de los nefastos ocho años del republicano George Bush.
No se puede agregar mucho de un presidente que aún no asume. Simplemente profundizar algo que más o menos dijo Andrés Repetto: Estados Unidos vive momentos difíciles, tiene que salir de la crisis financiera más grande después de Wall Street, y resolver el conflicto bélico con Irak. Sin duda este el momento en que Estados Unidos debe legitimizar su poder en el mundo. El poder no es solamente el arte de la dominación y el reconocimiento mundial, sino también admitir y solucionar errores adquiridos por negligencia propia. Este es el momento en que Estados Unidos debe ir en contra de sus principios, hacer un gesto de grandeza, retirar las tropas de oriente, y empezar a recordar con más afecto a Lord Keynes, y a Franklin Roosvelt.
Me quedo con el conmovedor llanto de miles de afroamericanos que creyeron en el sueño, y con la concurrencia histórica de estadounidenses a las urnas. La asunción de Obama, no es solo un gran paso en la lucha contra el racismo y la discriminación. Sino también el ejemplo viviente de que la gente quiere realmente un cambio, que cree en un cambio, un cambio más humanista, que comience a repensar ciertos aspectos capitalistas.
Por Bruno M. Bordonaba